sábado, febrero 24, 2024

Crítica de ‘Las Sillas Musicales’: Isabelle Carré llena la pantalla de delicadeza

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
Las Sillas Musicales

Algunas películas nacen
con la vocación de ser pequeñitas, y precisamente en esa asunción de su
pequeño tamaño radica su mayor virtud. Aquilatan su metraje a lo que
quieren contar y no se pierden en fuegos de artificio estilísticos para
tratar de parecer lo que no son. Las Sillas Musicales es un divertido juego cinematográfico que la francesa Marie Belhomme plantea en su debut en la dirección con un guion coescrito junto a Michel Leclerc.

Existen personas que víctimas de una personalidad introvertida o de una baja autoestima viven una existencia gris, generalmente solitaria y con escasa interacción social con los demás. A veces, esas personas son liberadas de su anodina vida por un azaroso encuentro con un ser semejante con el que surge la chispa o por un suceso (generalmente también fruto del azar) que les rescata de su tediosa existencia.

Tal es el caso de Perrine (Isabelle Carré), una profesora de música “casi” profesional y animadora de cumpleaños y demás eventos cuya más trepidante ocupación diaria es cazar a un ratón que vive en su apartamento con una trampa que no le haga daño. Debido a que el anuncio que ella misma pega en semáforos y farolas definiéndose como “casi” profesional no atrae a demasiados alumnos, su mayor cantidad de trabajo proviene de su faceta de animadora de cumpleaños y fiestas para las cuales debe ponerse ridículos disfraces con los que toca el violín y juega con los niños invitados. 


Un suceso fortuito y un tanto estúpido hará que por su culpa un hombre se caiga por una cuneta quedando en estado de coma. A partir de aquí, la vida de Perrine, presa de la culpabilidad (al menos inicialmente) pivotará en torno a su “víctima” a la que irá a acompañar al hospital haciéndose pasar por una prima lejana. Con esta premisa, es inevitable no acordarse de Mientras Dormías (Jon Turteltaub, 1995) aunque los derroteros argumentales seguirán un camino diferente y afortunadamente no sale Sandra Bullock por ninguna parte y en su lugar tenemos a Isabelle Carré

Isabelle Carré es una de esas actrices todo terreno que por talento y físico, lo mismo puede interpretar a la arquetípica “chica” de la peli que a una mujer con un carácter de rompe y rasga. Dotada con la misma aptitud para el drama que para la comedia, en Las Sillas Musicales nos deleita con una interpretación sutil, impregnada de una comicidad basada en una economía de gestos de esas que, como se suele decir en el teatro, le permite conseguir lo máximo con lo mínimo. Su Perrine es una de esas personas «achuchables» y tiene puntos en común con Angélique, el papel que interpretó hace unos años en la también deliciosa comedia francesa Tímidos Anónimos (Jean-Pierre Améris, 2010).

En esta divertida película (más de sonrisas que de carcajadas, aunque habrá quien se ría bien a gusto con algunas situaciones), Isabelle Carré está acompañada de Carmen Maura como la excéntrica directora de una asociación de ancianos deprimidos con el descacharrante nombre de “Porca Miseria”. Carmen Maura está brillante, natural, y divertida. Si algo se echa de menos en Las Sillas Musicales es que su papel no tenga un desarrollo un poco mayor. El desparpajo de Carmen Maura con la timidez de Isabelle Carré compone un delicioso contraste que llena de frescura la pantalla.

No me he tomado el trabajo de contar cuántas películas francesas y cuántas españolas hay en la filmografía de Carmen Maura, pero creo poder decir sin equivocarme que al menos en los últimos veinte años, aquellas ganan por goleada, y ciertamente, el cine español no está en condiciones de desperdiciar el talento de la mejor actriz de su generación (con el permiso de las también fantásticas Mercedes Sampietro y Marisa Paredes, a la que por cierto el cine francés también ha echado sus redes en más de una ocasión). Me gustaría creer que los productores y directores españoles saben lo que hacen pero no lo consigo, así que seguirémos disfrutando de sus trabajos franceses.

Las Sillas Musicales no es una comedia romántica al uso (entre otras cosas porque el partenaire está en coma). Belhomme equilibra perfectamente los momentos de ternura con la diversión y la
narración no decae en ningún momento. Se ve en un suspiro y deja el
ánimo entonado para todo el día.


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