viernes, abril 26, 2024

Crítica de ‘Ben-Hur (2016)’: Resumida historia excesivamente complaciente

Las críticas de Óscar M.: Ben-Hur (2016)
 
Hay muy pocas posibilidades de que un espectador que haya visto la versión clásica de Ben-Hur estrenada en 1959 y protagonizada por Charlton Heston se disponga a ver la versión de 2016 perpetrada por Timur Bekmambetov con buenos ojos o, como mínimo, sin reticencias.
 
La obsesión de los estudios de Hollywood por rehacer, actualizar o reinterpretar las películas clásicas está llegando a un punto en el que no hay respeto ni admiración por nada. Aunque el género histórico tuvo una pequeña victoria con GladiatorRidley Scott presentó una historia semi-original con unos nuevos avances tecnológicos digitales (que ayudaron a recrear por ordenador los decorados que antes se tardaban semanas en construir) y consiguió convencer al público, a la crítica y a los académicos.
 
El director no supo repetir la fórmula con Exodus: Dioses y reyes el año pasado, una nueva versión de Los diez mandamientos demasiado digital, excesivamente poblada por actores caucásicos y poco realista. Estos son casi los mismos problemas que arrastra esta nueva adaptación de la novela «Ben-Hur» de Lewis Wallace, la cual ya ha soportado cuatro versiones cinematográficas desde su publicación en 1880.
 
La novela (y las adaptaciones al cine) narra la historia de Judá Ben-Hur y su adoptado hermano romano Messala durante la época de la revelación de Jesús como Mesías. Su amistad se enfriará cuando el segundo decide unirse al ejército romano en su intento por conquistar el mundo. Posteriormente, aparecerá el odio cuando Judá asume un crimen que no ha cometido en favor de la paz y provoca que Messala ejecute a su madre y su hermana y él sea condenado a remar en las galeras.
 
El nuevo guión del inexperto (cinematográficamente) Keith R. Clarke y de John Ridley (guionista de la psicotrópica Giro al infierno, pero redimido con el de 12 años de esclavitud) tiene un comienzo decente (a pesar del recurso narrativo de la voz en off de Morgan Freeman), intentando resumir tan magna historia en apenas una hora, pero peca de pretencioso cuando llega el momento culminante con las carreras de cuadrigas digitales y remata intentando ser complaciente a base de amontonar escenas bíblicas en el epílogo final.
 
Por el camino, los guionistas han cambiado la historia a placer, utilizado la historia de Jesús cuando les ha interesado, matado a personajes importantes, han dado relevancia a personajes secundarios, incluyendo mucho diálogo políticamente correcto, clichés manidos (el bueno de blanco y el malo de negro) y una resolución innecesariamente placentera para todos los públicos, formando un resumen apresurado de la historia original que parece escrito bajo la supervisión de un censor del Vaticano (a excepción de la cantidad de sangre mostrada).
 
La utilización de los efectos especiales deja mucho que desear en la carrera de cuadrigas (exactamente las secuencias donde más deberían lucirse): los caballos digitales son una aberración y parecen dibujos animados, los planos subjetivos y los situados «a pie de carrera» revuelven el estómago y los planos rodados con pantalla azul son detectables hasta por un crío. Lo peor de estos fallos es que se han intentado disimular incluyendo mucho polvo digital e incluyendo de forma molesta y constante al personaje interpretado por Freeman para distraer al espectador.
 
Jack Hurston y Toby Kebbell están tibios y anodinos como Judá y Messala, respectivamente. No transmiten nada al espectador y sus interpretaciones quedan muy lejos de las antológicas realizadas por Charlton Heston y Stephen Boyd. Mención aparte merece Morgan Freeman (caracterizado para parecerse a Whoopi Goldberg), que ofrece un papel similar al que ha interpretado en sus últimas veinte películas y al que sólo han contratado porque su voz queda bien en cualquier locución. Por su parte, Timur Bekmambetov no consigue adaptarse a los actores americanos, se preocupa más por los efectos digitales y regala otra soporífera dirección como ya hizo con Abraham Lincoln: Cazador de vampiros.
 
Es una lástima que la decente (a pesar de sus defectos) primera hora de Ben-Hur quede mancillada por unos bochornosos efectos especiales (atención a los planos finales de Messala a caballo) en su momento culminante y un final forzadamente bíblico y complaciente.

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