jueves, marzo 28, 2024

Crítica de ‘Noche real’: Divertida cara B de ‘El discurso del rey’

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
Noche real

Desconozco por completo si el episodio sobre el que se apoya esta película de apariencia histórica sucedió en realidad o es totalmente fruto de la imaginación de sus guionistas, y a fuer de ser sincero, no tengo demasiadas ganas de ponerme a investigar en alguna fuente fiable si ocurrió o no. En cualquier caso, aceptando que sea cierto que las princesas Isabel (actual Isabel II de Inglaterra) y su hermana Margarita salieran de juerga por Londres, la noche del 8 de mayo de 1945, para celebrar junto a sus compatriotas el fin de la Segunda Guerra Mundial tras la rendición alemana, no parece muy creíble que los hechos sucedieran tal y como son relatados en la divertida película Noche real dirigida por Julian Jarrold (La joven Jane Austen, 2007).

Y ese es precisamente el primer planteamiento (acaso el único) que el espectador debe hacerse antes de ver Noche real: no tomársela demasiado en serio. Quien pretenda ver una película histórica seria y formal sobre la Inglaterra de la época que revise El discurso del rey (Tom Hooper, 2010) y si lo que prefiere es ver una clásica ficción británica de corte aristocrático que se compre la edición completa de la (magnífica) serie Downton Abbey y que se la trague de principio a fin. 
Pero si el único propósito del espectador es el de pasar cien minutos entretenidos con una desenfadada comedia, fácil de ver, excelentemente ambientada y con toques románticos, esta es su película. Luego, se encontrará con que los protagonistas son personajes reales, pero perfectamente podría tratarse de las princesas de un país imaginario como la inolvidable Audrey Hepburn de Vacaciones en Roma
El caso es que Julian Jarrold ejerce la dirección del film con algunas notables virtudes que convierten en una película divertida lo que podría haber sido un intragable panfleto para mayor gloria de la monarquía británica. La primera y más destacable de esas virtudes es el endiablado ritmo con el que lleva la trama durante casi todo el metraje, la acción, marcada de forma casi militar por la música, no decae en ningún momento y los gags se encadenan de forma divertida. La segunda de las virtudes radica en una aquilatada puesta en escena que hace discurrir con brío los planos y las secuencias en las que Jarrold coloca la cámara con acierto y la mueve con agilidad. Y, finalmente, una cuidada ambientación del Londres de los cuarenta que funciona a las mil maravillas como marco de las correrías de las dos princesas escoltadas (al menos en principio) por dos oficiales de los cuarteles de Chelsea que parecen los torpes Hernández y Fernández de los cómics de Tintín.
En cuanto a los intérpretes, es de justicia destacar la cautivadora interpretación de la actriz canadiense Sarah Gadon, la mejor de todo el reparto, que otorga a la princesa Isabel un encanto que cuesta creer en la actual Isabel II. Me gusta menos Bel Powley, un poco pasada de vueltas y demasiado empeñada en resultar graciosa en el papel de su hermana Margaret. Un insulso Jack Reynor interpreta un personaje un tanto inverosímil con el cual se produce cierto encantamiento romántico condenado a ser efímero por las circunstancias de ambos personajes. En cuanto a los reyes, la gran Emily Watson apenas tiene ocasión de brillar y Rupert Everett (qué mayor se ha hecho este hombre de repente) realiza una parodia del rey Jorge en las antípodas de la minuciosa interpretación que por el mismo personaje en El discurso del rey le valió un Óscar a Colin Firth en 2010. 
Hasta ahí todo me parece aceptable y, como he dicho, más que entretenido. Si a partir de aquí alguien quiere convencerme de que la película funciona como un fresco histórico de la sociedad inglesa al final de la guerra, como un ensayo sociológico sobre las diferencias de clase a mediados del siglo pasado o como una historia de amor real entre una noble y un plebeyo, lo siento pero no cuela. Entonces tendríamos que decir que la película es previsible, que todo está tratado con levedad, que el tono general es demasiado almibarado y que el rigor en el tratamiento de los personajes reales es, como mínimo, cuestionable. Creo que sería un error, como dije al principio, tomarse en serio una película que en ningún momento parece hacerlo ella misma y que funciona perfectamente como un entretenido divertimento.

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