jueves, marzo 28, 2024

Crítica de ‘Monsieur Chocolat’: Homenaje de fábula contra el racismo y la xenofobia

Las críticas de Carlos Cuesta: Monsieur Chocolat

La polémica de actualidad sobre la discriminación a los profesionales negros en los Oscar revaloriza casi cualquier título de componente racial; al menos nos incita a lanzar otra mirada a su contenido. Si el cine americano se arroja con frecuente ansiedad a revisitar sus vergüenzas históricas, Monsieur Chocolat del realizador Roschdy Zem nos reclama nuestra atención para reivindicar la vida y el talento del primer clown negro de Francia. La película protagonizada por Omar Sy (Intocable) y James Thierrée deja claro que la xenofobia, la colonización o el racismo no son patrimonio americano y que cada nación tiene su parte de infamia. Tirar la primera piedra se vuelve muy complicado en esta materia.
Chocolat es el nombre artístico del esclavo cubano Rafael Padilla que fue comprado por un portugués a los ocho años, se escapó en Bilbao y llegó a ser , después de muchos empleos, clown en la escena parisina. La película privilegia la relación de este artista olvidado con otro humorista, Footit, con el que formó un famoso dúo cómico que interpretaba el estereotipo del blanco autoritario y el negro que recibe sus golpes. En su conjunto, esta producción destaca por su capacidad de entretener y de emocionar, por sus actuaciones correctas y por un mensaje crítico que trata, y a veces consigue, de escaparse de la simplicidad moral.

Me parecería un grave error que el público tratara de comprender o valorar el mensaje social y ético de esta película a partir de su grado de exactitud histórica. La adaptación del libro de Gérard Noiriel se permite una importante cantidad de licencias que deforman el contexto de la Francia de finales del siglo XIX, en favor de un inicio fabulado que culmina con un duro pero fascinante aterrizaje en lo dramático. Monsieur Chocolat acierta en su paso de una ambientación un tanto irreal al drama más convencional para reflejar la evolución del propio artista desde la mera dimensión lúdica a la consagración de un artista.
La recuperación de la figura de Padilla orquestada por Roschdy Zem sirve para reconocerle su importancia en el panorama de las artes escénicas europeas; obviamente escocerá a aquéllos que insisten en afirmar que Francia es un país blanco con negros que viven en él; y sin lugar a dudas Monsieur Chocolat abandera la tesis de que Rafael Padilla no habría caído en el olvido como lo hizo si su piel fuera de otro color. 
Pero me parece incluso más importante que el film de Roschdy Zem comparta un mensaje más complejo sobre la discriminación en su conjunto. El guión de Monsieur Chocolat no comete el error de supeditar las desgracias de Padilla únicamente al color de su piel. Las causas de que Rafael Chocolat muriera en la miseria y fuera
enterrado en una fosa común están lejos de poder explicarse tan solo por el racismo. El personaje de Omar Sy lucha contra la
discriminación, contra las penas del desarraigo y los fantasmas coloniales, pero también contra la ludopatía, las adicciones y los efectos
secundarios de la fama. Footit se aprovecha sin duda del talento de
Chocolat para relanzar su carrera, no porque éste sea negro; podría haberlo hecho con cualquier otra persona. Por su parte, Footit vive en silencio el dolor de su
propio estigma, en este caso su tendencia homosexual. James Thierrée (nieto de Charles Chaplin) ejecuta la actuación más notable de esta película, junto al Omar Sy menos Omar Sy
visto hasta ahora en pantalla. Su sonrisa y su ritmo están ahí, pero
parece tomar cuerpo (esperemos) un actor que podría escaparse del molde
de Intocable.

El equilibrio con el que el personaje de James Thierrée permanece en un discreto, atractivo y elegante segundo plano sirve para recalcar una verdad hasta cierto punto indiscutible: el hombre blanco ha demostrado una abominable capacidad de abusar de la raza negra, pero no es menos cierto que el ser humano nunca necesitó motivos de raza para aplastar a sus semejantes o a sí mismo. No en vano Footit encarna como clown el papel de un blanco conservador y autoritario. Finalmente, tanto él como Chocolat son las víctimas de la simplificación de sus personajes transportada fuera del espectáculo por una sociedad corta de miras, obsesionada por estandarizar al hombre y por aniquilar sus singularidades «molestas».


Roschdy Zem acierta con un tono de fábula inicial donde El desafío de Zemeckis fracasó. Sin embargo la parte final de la película pierde consistencia al tomar la vía fácil; el dinamismo combinado con una banda sonora resultona quiere servir para explicar la transformación del clown en artista teatral y como recurso resulta insuficiente. Al parecer Rafael Padilla nunca intentó protagonizar el Otelo tal cual nos lo presenta la película. Esto carece hasta cierto punto de importancia, pues lo que pretende denunciar es el hecho de que el hombre negro necesite el beneplácito del blanco para pasar al panteón de la fama. En todo caso, la forma en que se nos presenta la preparación del protagonista para afrontar el reto, es débil y mal articulada. Tal decisión se redime con una conclusión tan emotiva como certera.

En efecto, Monsieur Chocolat es víctima  de un lastre estructural de los biopic, como es la necesidad de contar demasiadas cosas en poco tiempo. A la escena de su primer éxito le sigue una ascensión meteórica un tanto acelerada; a su pretensión teatral le sucede de forma casi inmediata, con la transición escasa de un rótulo con la fecha, la secuencia de los últimos días de su vida. Roschdy Zem ha hecho frente a este problema como bien ha podido, cargando de contenido pasajes y detalles concretos, privilegiando el discurso denunciatorio sobre la exhaustividad cronológica. A mi juicio, ha asumido un importante riesgo al tomar esta senda, sobre todo en la escena del primer espectáculo del dúo cómico, puesto que se trata de un número que no hace gracia. Esperamos a un Omar Sy desternillante, que muestre en un alarde de genialidad sus muecas y sus payasadas. En su lugar comprobamos que esa intervención crítica no es graciosa, y que si despierta la risa del público es por los puntapiés en el culo que le propina Footit. Si esa era la intención de Zem, me parece absolutamente acertada: exponer con rigurosa frialdad que hay algo lamentable y nada gracioso en el éxito escénico de Chocolat.

Si es cierto que Monsieur Chocolat comienza como un cuento y acaba como una tragedia, también lo es que el personaje de Alex Descas,
también de raza negra, surge como una especie de personaje fantasmagórico propio de una fabula moral, de tal forma que la trama nunca abandona del todo su punto de partida alejado del realismo. Esta figura misteriosa aparece de la nada y de igual forma se desvanece. Su intervención sirve como catalizador de una conciencia
política y reivindicativa en la mentalidad de Chocolat, trasfiriendo al personaje ideas que no lo corresponden a él, sino a los guionistas o al director. En mi opinión, la influencia de este personaje resulta catastrófica en el porvenir del artista circense, aportando más ambigüedad al mensaje crítico de Monsieur Chocolat. Pero esa ambigüedad nunca complica una cuestión que la película plantea tanto explícita como simbólicamente: el blanco y el negro entrelazados, las distintas razas colaborando entre sí, forman una imagen mucha más hermosa que la del binomio de la dominación y el miedo.

3 COMENTARIOS

  1. la película me ha gustado, pero creo que de alguna manera aprovecha la imagen que se creó el actor en su película anterior, y no le saca todo lo posible a este personaje

    • La verdad es que cada vez duran menos las películas sin tanto presupuesto como los blockbusters. Creemos que efectivamente en Madrid ya no hay salas que la pongan. Al menos online ya no hay ninguna que lo indique. Tocará esperar a su lanzamiento en DVD/Bluray

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