jueves, marzo 28, 2024

Crítica de ‘El asesinato de un gato’: Entretenida comedia indie con derivaciones de género

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
El asesinato de un gato

El asesinato de un gato es una película entretenida. Podría terminar aquí la crítica y probablemente muchos lectores sabrían a qué atenerse. Pero como uno se siente en la obligación de justificar sus opiniones, preveo que me voy a meter en ciertas disquisiciones que pueden perjudicar más que beneficiar a la película.
Este film supone el debut en la dirección de Gillian Greene quien en la vida real es la esposa del director Sam Reimi. Greene rescató el guion de la lista negra de proyectos desechados y convenció a los guionistas Robert Snow y Christian Magalhaes para que lo alargaran lo suficiente como para hacer un largometraje. Que esto fuera buena idea no lo tengo muy claro, pues el argumento podría haber funcionado mejor como cortometraje que extendido hasta los cien minutos que finalmente dura.
El gran hándicap de El asesinato de un gato es su envoltorio, empezando por el cartel del cual se puede decir, según lo generoso que se sea, que es un homenaje al de Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959) o bien que es un burdo plagio del mismo. Lo de la diferencia entre plagio y homenaje, cuando de copiar se trata, no me ha quedado nunca clara y he llegado a la conclusión de que se emplea un término u otro según la simpatía que se tenga por el autor en cuestión. 
Y debajo del envoltorio de una aparentemente insulsa comedia indie, se encuentra una película interesante con bastante mala leche y en el que se pueden advertir sutiles críticas al avasallador dominio que los grandes centros comerciales hacen hacia el pequeño comercio y también a la controvertida Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, ya saben, la que garantiza el derecho del pueblo a poseer y portar armas. 
El protagonista del film, Clinton (Fran Kranz) es un joven friki que podría entrar a vivir mañana mismo en la casa de los personajes de The Big Bang Theory sin que nadie se diera cuenta. Su aspecto, su indumentaria y sus aficiones (cómics y muñecos de superhéroes incluidos) le convierte en un prototípico ser solitario y misántropo que únicamente parece ser comprendido por su gato Mouser. Cuando con el gato ocurre lo que el explícito título del film hace prever, la vida de Clinton se centrará en investigar las circunstancias y culpables del “gaticidio” que ha sido llevado a cabo mediante una flecha disparada con una ballesta. 
Su madre (Blythe Danner), el oficial de policía del barrio (J.K. Simmons), una peluquera hípster (Nikki Reed) y el dueño de los grandes almacenes donde teóricamente se vendió la ballesta asesina (Greg Kinnear) completan un homogéneo reparto que da lustre a una película que de contar con intérpretes de menos entidad habría pasado (aún más) desapercibida. 
En la realización de Gillian Greene se pueden apreciar las virtudes y defectos característicos de la mayoría de las óperas primas, por un lado, está hecha con el mimo que un debutante pone en su primera obra cuidando cada detalle de la puesta en escena, pero por otro, se aprecia cierta confusión a la hora de conducir el argumento por un determinado género, de tal suerte que ni se atreve a hacer definitivamente una comedia disparatada ni a tomarse el guion lo suficientemente en serio como para filmar un film policiaco. 
Los personajes, particularmente Clinton, están llevados en muchas ocasiones hasta el extremo, algunas carcajadas son inevitables pero no son suficientes como para divertir, y por otro lado resulta muy difícil, como espectador, empatizar con ellos lo suficiente como para que realmente nos importe quién y por qué mató al dichoso gato. 
En este coqueteo con los géneros, cabe destacar el acierto de la banda sonora de Deborah Lurie, que sin ser demasiado brillante ni original, acierta acompañando con sus diferentes tonalidades los diferentes cambios de rumbo a los que la directora somete al largometraje, tenemos música de comedia para los momentos cómicos, melodías de film noir para los momentos más negros e incluso un momento James Bond (¿plagio?, ¿homenaje?, ¡yo qué sé!) en el que la música recuerda ingeniosamente a los clásicos acordes de las películas de 007. 
El tono general es amable, los intérpretes buenos, la producción un poco por encima de aceptable y el argumento fácil de seguir. Lo que les decía. Una película entretenida. No sé para qué me meto en explicaciones.

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