jueves, marzo 28, 2024

Crítica de ‘Sicario’: Villeneuve y el terror social espectacular

Las críticas de Carlos Cuesta: Sicario

La constatación de una realidad psicológica marcó una nueva era en el cine de terror a finales del siglo pasado: la gente estaba bastante más asustada de cruzarse con un vecino demente o un secuestrador pedófilo que de tener que enfrentarse a un fantasma o a los estragos de una casa encantada. La filmografía de Denis Villeneuve es un apasionante y duro recorrido por parte de la galería de los horrores de la «civilización» humana actual; una sociedad violenta y desequilibrada, atestada de conflictos de identidad, solamente capaz de parchear sus problemas, jamás capacitada para una solución global. Con su nueva película Sicario, con un guión del actor Taylor Sheridan, el realizador permanece en un territorio difícil de definir donde conviven el terror de lo real y la fascinación de la dramatización espectacular.

No he visto muchos thrillers tan potentes e impactantes como Sicario; creo que, de algún modo, jamás había visto algo así en un cine. No es el argumento en sí lo que me ha golpeado de esta manera, sino la sombría caracterización de personajes, la atmósfera petrificante lograda a través de una realización soberbia, la explicitación de la violencia física y social y una banda sonora grave, presente y terrorífica. La historia no es especialmente novedosa: el FBI descubre en una casa de los Estados Unidos una gran cantidad de cadáveres de personas asesinadas por un cártel mexicano de la droga; la CIA recluta como colaboradora a la agente Kate Macer (Emily Blunt), responsable del hallazgo, para una misión inconcreta, repleta de ambigüedades, donde se verá obligada a atravesar los límites de la legalidad. Las fronteras entre Estados Unidos y México, entre lo correcto y lo inmoral, entre lo justo y lo necesario, entre el bien y el mal, entre los enemigos y los aliados, seguirán claras tan solo en su mente idealista; para el resto del mundo hace tiempo que han desaparecido.

Emily Blunt va a ser a lo largo del film nuestra protagonista, nuestra heroína que sacrifica su vida personal para consagrarse a lo profesional. En la escala de las personas con una vida mundana y normal, ella es una mujer dura, capaz, al límite de lo formidable en lo que se refiere a su ética y su profesión. El espectador con una de esas vidas corrientes se identifica de entrada con ella como referente en este descenso a un infierno no distante; un infierno de deshumanización que se ha colado en tu propio barrio, que sucede sin nuestro permiso y casi siempre sin nuestro conocimiento en la urbanización de al lado o en el país vecino. En ese escenario inconcebible, que no queremos creernos para seguir viviendo tranquilos, la heroína dispuesta a jugarse la vida a balazos por defender el orden es casi una niñita asustada en comparación con las bestias humanas (¿humanas?) alistadas en la guerra del narcotráfico o contra el narcotráfico.

Josh Brolin y Benicio del Toro son dos de esos personajes que habitan en ese mundo inverosímil donde la violencia y la muerte extrema son certezas tan presentes como el respirar y el comer. Brolin sigue cosechando personajes interesantes en su carrera, duros de la vieja escuela, moralmente ambiguos, entre lo carismático y lo detestable, siempre complejos. Él es el responsable de equipo que conduce a la agente Macer a la verdadera lucha para formarla en un tipo de acciones que realmente atajen el problema del cártel, o tal vez solamente se sirve de ella para franquear ciertos límites burocráticos. Benicio del Toro se nos presenta como una especie de consejero, informador o agente de campo. Su interpretación sobresaliente consigue acrecentar nuestro deseo de conocer el oscuro secreto que le vincula a esta misión. Sus acciones, sus movimientos, sus palabras, su expresión facial, componen un personaje perturbador que ejercerá una verdadera agresión psicológica al espectador.

Sicario no es una película para los que no les guste la violencia explícita o la carnicería; para quien no le guste ver reacciones fisiológicas reales de las personas que ven una pila de cadáveres podridos envueltos en plásticos. Sicario es una ficción que dramatiza y espectaculariza una realidad monstruosa que en algunas partes del mundo (pongamos que hablo de Ciudad Juárez) es más presente que en otros; es una película que va más allá de los films de acción donde el bueno se enfrenta al malo, y gana o pierde; incluso va más allá de las historias que nos exponen nuestra propia ingenuidad al mostrarnos un catálogo de antihéroes que nos enseñan el mundo supuestamente tal cual es. Ver Sicario es tener acceso al mismo aula en la que a la agente Macer le enseñan la verdad del mundo, la complejidad de la lucha contra el crimen organizado y la derrota de la civilización, tanto si se gana la lucha contra el crimen como si la pierde.

Sicario da miedo. Da miedo porque es verdad o porque podría ser verdad; porque los personajes que vemos en ella son agresivos, violentos, ásperos incluso cuando son amables, tan incontrolables como la realidad en la que habitan; da miedo porque te planta el horror en la cara, te muestra cadáveres de hombres asesinados por hombres para los que la vida no vale nada; asusta también por su maestría en lo audiovisual, en la conjunción de la imagen y lo sonoro, para introducirnos en una película de acción donde el oído no para de recibir estímulos que la asocian al terror; provoca pánico porque envía muchos mensajes que bloquean la posibilidad de una respuesta positiva ante un mundo que hay que cambiar. Creo que la terapia de choque no pretende hacernos reaccionar contra las cosas que no funcionan en el mundo, sino petrificarnos de miedo para que no osemos salir de nuestra vida cómoda para resolver los problemas del mundo, que son complejos y requieren grandes sacrificios. Es de agradecer que su análisis no sea ingenuo, pero dudo hasta qué punto es o no malintencionado o manipulador.

Esta película debe interpretarse dentro de la coherencia de una filmografía, la de Villenueve, que ha tratado la brutalidad de la guerra, el miedo de los individuos a encontrarse consigo mismos en la sociedad o de tener que convertirse en un monstruo para recuperar a una hija de las «garras» de un monstruo (víctima a su vez). Se trata de una filmografía donde los personajes son expuestos a situaciones extremas, quizá la única forma de revelar su verdadera naturaleza y por consecuencia la verdadera naturaleza del hombre en su conjunto. Cuando hablo de mensajes malintencionados no me refiero a la descripción acertada de la miseria humana, o al realismo (dramatizado) de las situaciones que presenta. Para concretar mi temor, mis dudas sobre la mala intención (o no) de esta película, Sicario merece un análisis específico de los estereotipos raciales y nacionales que presenta; merece un análisis específico de género, sobre si las mujeres que aparecen en este film son presentadas como testigos mudos o espectadores pasivos o permisivos de las atrocidades de los hombres. Son cuestiones que me encantaría tratar con el realizador, para ser capaz de lanzar una respuesta, y sobre todo para evacuar algunas dudas: ¿Sicario quiere hacernos experimentar el mundo tal cuál es sin el riesgo de vivirlo en primera persona? ¿Sicario quiere concienciarnos de algo (que ya sabíamos o sospechábamos)? ¿Sicario quiere hacer que temamos ciertas realidades y ciertos tipos de personas? ¿Sicario es cine, es política, es las dos cosas?

Quiero terminar con una afirmación, y no con preguntas. Me inquietan los mensajes soterrados que transmite la película y me fascina la forma en que los maneja audiovisualmente, con algunas de las escenas de acción más chocantes, no de la década, sino de la historia del cine. Quédense con tres: el descubrimiento de los cadáveres; la escena de la autopista y la escaramuza en el túnel fronterizo. No tengo palabras para describirlas. Hay que verlas, hay que oírlas, hay que estar allí, y eso, Sicario lo permite. Villeneuve se ha consagrado (ya desde hace tiempo, con Incendies) como un maestro del terror social espectacular.

4 COMENTARIOS

  1. La vi el año pasado y me gustó mucho. Gente que conoce el terreno me ha dicho que la lucha contra el narcotráfico en las favelas es prácticamente así. Tengo la segunda parte en dvd pero aún no la he visto. Sicario me recordó la película que comentas y también la serie Narcos de Netflix, con el mismo actor que el protagonista de Tropa de Élite para hacer de Pablo Escobar.

  2. La segunda de Tropa de Elite está bien pero para mi más floja que la primera. Con la que nos precede pues le eche el ojo desde que vi el primer trailer y tras lo comentado en la crítica tengo aún más ganas de visionarla.

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