El gran Hayao Miyazaki, tras Ponyo en el acantilado, se limitaba a firmar guiones de sus nuevas películas, dejando en manos de Hiromasa Yonebayashi y su propio hijo Goro Miyazaki la tarea de dirigirlas, pero no por ello bajó el listón la calidad de las películas, y disfrutamos de esta manera de Arrietty y el mundo de los diminutos y From Up on Poppy Hill.
A pesar de ser la primera película de Ghibli basada en una historia y personajes reales, con momentos desgarradores, Miyazaki logra sacar sus sentimientos más profundos para emocionarnos con una historia de superación, repleta de belleza y bondad humana, capaz de sacar las lagrimas al espectador, pero de forma equilibrada y fluida.
Aunque sea necesario que una película inspirada en una historia real no tenga elementos fantásticos, ni seres espirituales o animales mágicos, sí que se permiten el lujo de introducirnos en los sueños del joven ingeniero mientras es asesorado en ellos por el legendario ingeniero aeronáutico italiano Gianni Caproni. La película se puede dividir claramente en dos partes, por un lado los sueños del protagonista por lograr realizar el avión que tanto desea desde su infancia, y alcanzar la libertad que se supone da volar, mientras que por otro lado tenemos la parte más realista y menos soñadora, el esfuerzo que supone conseguir ser ingeniero y poder alcanzar su sueño, sin dejar a un lado las dificultades que supone enamorarse y conseguir llegar al corazón de su amada. Ambas partes no sólo se diferencian en la forma de narrarse, sino también en la ambientación, pues la realidad de Horikoshi se nos muestra con tonos ocres mientras que sus sueños los vivimos en medio de campos frondosos, verdes y azules brillantes, y hierba y nubes agitadas por el viento.
Los sueños nos dicen mucho sobre el carácter de Jiro, ya que, como ingeniero, Jiro es también un artista y un soñador; él puede diseñar instrumentos de guerra, pero ve sus aviones de forma espiritual y conectados con la naturaleza. Él se inspira en todas partes, desde la curva de una espina de caballa a la ondulación de un radiador doméstico alemán.
No pasa desapercibido en la película el amor que Miyazaki siente por los aviones, tanto en los detalles más técnicos de los planos y forma de fabricarlos, como en las magníficas escenas de vuelo que nos recuerdan mucho a las secuencias vistas en Porco Rosso, aunque aquí alcanzan una belleza hasta ahora nunca plasmada.
La película está energizada por la mezcla musical de Joe Hisashi de temas orientales y mandolina italiana, pero si normalmente la música en las películas de Ghibli tiene gran relevancia, aquí aún más los efectos de sonido, tan cautivadores como su animación. El terremoto de Kanto, que resultó en la destrucción de Tokio y sus alrededores en 1923, parece asombroso en las manos de Miyazaki, ondulándose todo el paisaje como una serpiente, arrojando violentamente los edificios, pero también suena de forma monumental, con una especie de sonido que parece succionar el aire para bruscamente acabar en una profundo silencio. No se recrean en el sufrimiento de la gente, en los gritos de las víctimas, Miyazaki se centra en el sonido de docenas de diminutos guijarros cayendo. Es revelador que en una película de trasfondo bélico, las escenas más destructivas mostradas son consecuencia de la naturaleza, no del hombre, y la única sangre que vemos es la que cae en un pañuelo al toser Nahoko, quien sufre tuberculosis.
El viento se levanta es una oda al espíritu creativo, pero también al amor, al amor en todas sus formas. Es la gran última obra de Miyazaki, que quedará para siempre en la historia de un Studio que seguirá deleitándonos. «Los artistas sólo son creativos durante 10 años», advierte Caproni a Horikoshi. Después de 51 años en el negocio, Miyazaki es la excepción.
Yo recién tuve la oportunidad de ver esta película en mi país (México). Me pareció simplemente mágica. Aunque no hay ni brujas no magos ni ningún tipo de personaje fantástico, la cinta esta envuelta en una magia muy especial. Maravillosa e inspiradora, Miyazaki nos presenta a Jiro como un modelo a seguir, un hombre que pese a toda adversidad lucha por lograr sus sueños, y nos enseña también que una vez logrados hay que seguir adelante y no detenernos allí.
"Los aviones son sueños hermosos, y los ingenieros hacemos realidad esos sueños".