viernes, abril 19, 2024

‘Sin tregua’: Un ensayo de realismo agotador para la vista

Las críticas de Carlos Cuesta: Sin tregua

El afán de experimentar le ha salido a David Ayer un poco extraño. En su última película, Sin tregua, vuelve al escenario de vidas marginales, barrios plagados de delincuencia y personajes abonados a los extremos callejeros, como ya hiciera al dirigir Dueños del barrio, Vidas al límite y al escribir Training Day o A todo Gas. Lo que marca a esta película es la molesta obsesión de emplear la visión subjetiva y de poner en las manos de los personajes cámaras con las que grabar todo lo que ocurre a su alrededor, como  una absurda manera de justificar ese tipo de tomas. 

Brian (Jake Gyllenhaal, Brokeback Moutain) y su compañero Mike (Michael Peña, Leones por corderos) son dos polícías que patrullan por uno de los barrios más peligrosos de Los Angeles. En el Cuerpo son conocidos por su habilidad para meterse en situaciones comprometidas y su actitud a mitad de camino entre el heroísmo y la insensatez. Una intervención azarosa contra un miembro de un cártel de la droga les pondrá sobre la pista de algo mucho mayor. Entonces los jefes del cártel se fijarán ellos.

Un trepidante tráiler fue el señuelo que me metió en una sala para ver esta película. Eso y el reclamo textual «de los creadores de Training Day«. En la línea de los comerciales modernos, demasiado largos, el anticipo mostraba todo lo bueno y desvelaba más de la cuenta, pero resultaba arrollador. Sin embargo, no hay quien aguante hora y media de visión subjetiva y planos aparentemente tomados por la cámara que portan los personajes. Uno termina por rezar para que alguien dispare a todo aquel personaje, policía o delincuente, que sujete una cámara.

Uno se lo teme ya desde el principio, cuando el director plantea una persecución vista únicamente desde la parte frontal del coche patrulla. Luego aparece Jake Gyllenhaall interpretando el papel de poli desinhibido, enamorado de su profesión pero lo suficientemente enrollado y vivido como para saber cuándo ser un estirado poli firme y cuando no, y empieza a grabar sus patrullas a modo de diario. La faceta documental de la película tiene sus momentos de credibilidad a la hora de mostrarnos las facetas de la profesión. Sin embargo, Sin Tregua termina por parecer uno de esos realities de policías en acción que nos agobia con su uso indiscriminado de los planos cortos.

Al final de la película la acción más desbordante coincide con los momentos de mayor divertimento. También es cuando la relación entre compañeros comienza a fraguar y sus diálogos parecen más naturales. Hasta el momento sus conversaciones, aunque parezcan bastante realistas, no tienen química ni frescura. Uno no termina de estar demasiado unido a lo que les pasa. Sus personajes no terminan de salir de la crisálida de sus clichés. Anna Kendrick (Up in the air), por ejemplo, en el papel de la pareja de uno de los dos policías. Se nos presenta como una mujer inteligente que puede satisfacer los deseos intelectuales de un hombre también supuestamente inteligente. Ninguna de las escenas que nos muestra la película nos permite comprobar que eso es así, ni nos capacita para disfrutar y sufrir con ella sus estados de ánimo. Un espectador junto a mí lo resumió más fácilmente: «No he logrado empatizar con los personajes. Michael Peña, por su parte, aparece también parasitado por un triple molde de policía honesto, de tipo familiar y de estadounidense de origen mejicano.

Dejemos a un lado la forma errática con la que se plantea lo que es un tío «legal» y lo que no lo es para la ley no escrita de la calle. Obviemos el vocabulario malsonante, excesivo incluso para algunos de los personajes más estigmatizados que aparecen en la pantalla (¿un Policía estadounidense cagándose en Dios es un exceso del guión o un error de doblaje?) La forma en que está grabada Sin tregua no da descanso, pero a la vista. Se trata de una historia policíaca muy común, planteada visualmente de una forma agobiante a costa de su intento de realismo; un película que cae en el estereotipo hasta en la aplicación de la banda sonora. Una historia interesante enfocada demasiado cerca. Es la víctima de un experimento.

4 COMENTARIOS

  1. No la he visto pero entiendo perfectamente lo que dices y, lo comparto. Odio estos nuevos estilos o técnicas narrativas. Son cansinas, mareantes….¡qué aprendan de A.Hitchcok coñó! Un plano es un plano.

    Utilizando otros estilos narrativos…. acabo de ver The bay del hundidísimo barry Levingson. lamntable. Es que, joder, ya no tiene sentido hacer una película sólo a través de las cámaras que nos rodean en el día a día. Es que es absurdo. Tenia sentido cuando se hizo la bruja de blair, pero ahora ya no. Además de forzado(en algún plano hasta cuelan un "pero ¿por qué no dejas de grabar esto?" y la respuesta no es la verdad, qeu la verdad sería "es que la peli necesita este plano y es la única manera estúpida de hacerlo"

    Pero más en el tipo de narración de la que hablas, recuerdo la aberrante Enemigos públicos. Insoportable y aburrdisimo thriller del sobrevaloradísimo m.Mann. El pobre cámara era un anciano con parkinson. horrible.

  2. Pues Chronicle tuvo su éxito y cierto reconocimiento… ahí lo dejo.
    Aunque a mí cuando la vi, ni fu ni fa. Me cansa también este estilo de cámara en mano.

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