viernes, marzo 29, 2024

57 SEMINCI. Sección oficial: ‘Todo es silencio’, y quizás esperábamos algo más

Las críticas de David Pérez «Davicine» en la 57 SEMINCI: Todo es silencio


Todo es silencio es la adaptación cinematográfica de la novela del escritor Manuel Rivas que José Luis Cuerda ha dirigido, teniendo al propio Rivas como encargado del guion de la película, y siendo la incursión de Cuerda al cine de acción, aunque sin olvidar las características de su cine, a través de una historia sobre el contrabando y sus redes en una aldea costera de Galicia.
La película nos traslada a Noitía, en la costa atlántica gallega, a finales de los años 60. Fins y Brinco son dos adolescentes con una relación de amistosa rivalidad en medio de la cual se encuentra Leda, algo mayor que ellos. La joven no tarda mucho en mostrar su preferencia por Fins, al que arrastra a la búsqueda de los tesoros que los naufragios arrojan a las playas, al tiempo que su relación pasa de la amistad a la intimidad del primer amor. La relación de Fins y Leda se interrumpe bruscamente cuando él se ve obligado a marcharse del pueblo, tras la muerte de los padres de ambos en un accidente mientras pescan con dinamita. 

Tras un salto temporal de veinte años, arranca la verdadera trama de la película, momento en el que Fins regresa para comprobar que todo ha cambiado en su pueblo: las tradicionales redes contrabandistas se han reconvertido al narcotráfico bajo el oscuro control del Mariscal, amante de la madre de Brinco, que ahora oficia como su lugarteniente y que ha tenido un hijo con Leda. A partir de este momento el director nos muestra como los viejos afectos, las lealtades y el cumplimiento del deber se entremezclan.
Como se puede ver en la propia trama, tenemos dos partes claramente diferenciadas en la película, una más cercana al cine habitual del director, la relacionada con la parte de la infancia de los protagonistas, donde nos ofrece la magia de Galicia, mientras que la otra parte es más poética, la madurez de los protagonistas, y donde Cuerda se adentra en el cine de acción.
La fotografía de la película es emotiva y totalmente bucólica, sobre todo en la época de la infancia, mostrándonos con detalle  la vida de este pueblecito de la costa gallega a través de la visión de los aún «inocentes» niños, buscando tesoros de los naufragios que arrastran a la costa objetos pintorescos y variados, y ahí tenemos a jovenes actores que, aunque no destaquen, cumplen perfectamente con lo que se espera de este «prólogo» de la película.
Tras avanzar esos veinte años es donde toma peso la trama, dejando a un lado la belleza de los paisajes gallegos para desviarse y centrarse en una trama policial bastante previsible y que no transmite la tensión que se espera dentro de una película de este género. Es en este momento donde el reparto más tiene que lucirse para sostener el peso de la película, y donde nos encontramos a Miguel Ángel Silvestre, Quim Gutiérrez, Juan Diego y Celia Freijeiro, entre otros muchos, siendo ellos el principal punto de interés del cineasta manchego, ofreciendo secuencias con un toque de cine clásico más que de western, y marcando bastante el lenguaje gestual de los personajes.
Quim Gutiérrez nos ofrece un papel sorprendente, muy lejos de comedias anteriores suyas, donde nos deleita con silencios que transmiten mucho más que algunos textos de otros personajes, aunque relativamente plano y excesivamente pausado, más incluso de lo que se espera de un personaje con la vida que ha llevado. Celia Freijeiro ofrece un personaje repleto de carácter y liderazgo, con un gran instinto de supervivencia, en medio de un triángulo amoroso entre el personaje de Quim y Brinco, interpretado por Miguel Ángel Silvestre, pero es imposible notar la química entre ellos. De hecho, quizás no ayuda que Miguel Ángel Silvestre ofrezca un registro plano, sin apenas cambiar de expresión ni de tono en situaciones tranquilas y tensas, y realizando una especie de acento gallego que en ocasiones desaparece.
Pero si de actores hablamos, destacar con mucha diferencia la interpretación de Juan Diego, para quien parece que siempre había estado escrito en la novela el personaje de Mariscal, y que ayuda a ganar credibilidad en algunas situaciones de la película.
En general, estamos ante una película correcta, sin mayor relevancia, que fuera del género de «acción» podría cumplir como historia de lo acontecido en un pueblo, pero el problema principal radica en que Todo es silencio arranca como una prometedora película que narra una realidad desde un nuevo punto de vista, y poco a poco se difumina y desaparece en una «falsa» acción.

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