viernes, abril 19, 2024

‘Ted’: Olvida lo que creías saber sobre un oso de peluche

Las críticas de Carlos Cuesta: Ted


Partimos de una premisa imposible y nos dejamos embaucar por una situación absurda y de puro contraste. Un oso de peluche, paradigma de la ternura, transformado en un amigo de correrías nocturnas, alcohol, drogas e incluso sexo. El creador del fenómeno televisivo Padre de familia deja su sello en el cine con una propuesta diferente, sorprendente y, por supuesto, no apta para cualquier edad ni para todo tipo de públicos. Quien conoce los trabajos precedentes de Seth Macfarlane ya va avisado.

John Bennett (Mark Wahlberg) es un niño americano que desesperado por la falta de amigos encuentra en a su única compañía de juegos a un oso de peluche regalado por sus padres. Si no está dispuesto a usar su imaginación, este es el momento en que abandona la sala, porque un deseo navideño convertirá al osito en una personaje vivo que habla, siente, responde y juega por su propia voluntad. La fidelidad quedará refrendada por la promesa de seguir siempre unidos, lo que acarreará que pasados los treinta, John siga siendo un chaval en el cuerpo de un hombre. Ted, su compañero inseparable, será además una circunstancia compleja de su vida cuando encuentre una pareja estable con la que desee comenzar una nueva vida (Mila Kunis).

El creador de la idea, que en la versión original pone voz al peluche, ha evitado que esto sea algo que ocurra sólo dentro de la mente del niño. Todo el mundo lo puede ver y escuchar tal cual lo observa y vive el protagonista. Esto convierte al animalito en un fenómeno mediático, pero como las modas y las celebridades son pasajeras, lo que se había convertido en la noticia del siglo ahora sólo es una excentricidad más. Un truquillo para que la película pueda avanzar sin que nos veamos obligados a contestar ciertas preguntas incómodas que desmoronarían el artificio. Nos dejemos engañar, vale, y seguimos.

Desde luego que Ted no es una película al uso, ni es una joya de la cinematografía, pero puede encontrar en los espectadores más gamberros una buena fuente de diversión. La idea es arriesgada, y habrá quien la considere infame, pero desde luego que al menos no es un remake ni un reinicio de una saga de superhéroes. Es transgresora, atrevida, escatológica a veces, acertada en muchos de sus gags y más entretenida si se ve con unos amigos con los que compartir las risas, que las hay.

Los entusiastas del humor Padre de familia o Padre made in USA están de enhorabuena, aunque yo considero algunos de los intentos cómicos excesivos, de un cierto mal gusto (la verdad es que la línea es muy fina y distinta para cada uno) y demasiado facilones en otros casos. Hacer equilibrios en el alambre con el humor tiene este tipo de riesgos, aunque lo cierto es que la historia sabe mantenerse en pie y apostar por una extraña mezcla de bizarrismo y emotividad, aliñada con momentos muy graciosos (una violenta pelea sirve de evidente homenaje a las peleas entre el personaje del pollo y Peter Griffin en la serie televisiva de la Fox).

Lo que sí es muy confuso es la cuestión de por un lado apelar a unos valores de fraternidad, fidelidad, madurez y amistad, y por otro insistir en las continuas alusiones al jolgorio del sexo con prostitutas (y aquí la culpa la tiene el oso) y las drogas (hablemos de porros, hablemos de cocaína). En este último sentido, la aparición de Sam J. Jones (Flash Gordon) interpretándose a sí mismo, o una parodia de sí mismo, da lugar a una de las escenas más delirantes, ridículas y divertidas, y como está claro que la misión de la película no es moralizar ni educar… pasaremos el reproche por alto.

Podríamos hablar de los actores. Desde luego lo mejor es el oso, pero Mark Wahlberg entiende a la perfección los rostros que debe colocar sobre sus hombros para darnos la noción de un chavalote que sabe disfrutar con sandeces; un tipo capaz de flipar con las series y películas de otro tiempo que cuando éramos niños nos hacían devorar la tele y que ahora resultan de una estética absolutamente cutres. De Mila Kunis no se puede decir nada malo. Cumple el papel de novia que le hace ver que ser el mejor amigo de un osito a los treinta y pico años no es lo más normal. El guión no le deja grandes posibilidades. Para terminar de hablar de actores, Giovanni Ribisi (Avatar, 60 Segundos) nos ofrece un buen papel del padre de un niño que quiere conseguir a Ted a toda cosa. Su aparición es un recurso un tanto raro para poder concluir la película (no os diré cómo, pero sí que de forma excesivamente surrealista).

Creo que el recorrido de Ted no se agota en absoluto en el cine y que encontrará en la vertiente de sofá, cervezas y amigos una incontestable aliada. No es una película para revitalizar el espíritu, ni para aprender nada, ni para ser mejor persona. Es una película que traspasa ciertos límites del humor y está concebida para reírse. Eso todavía no está prohibido.

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